Me siento a la sombra de un árbol frente a la casa, esa casa que me trae tantos recuerdos de mi infancia. El camino de la entrada, cuántas veces habré pasado por allí en bicicleta! A veces extraño ser niña, inventar juegos, imaginar historias con finales perfectos, no preocuparme por nada, creer con inocencia que todo era perfecto.
Recuerdo ver a mi abuela en el corredor leyendo o tejiendo y cuánto la extraño! Uno de los mejores seres que conocí en mi vida, con una energía interminable y con un sentido del humor increíble, la casa no volvió nunca a ser lo mismo.
Miro hacia el cerro y recuerdo las tardes de arroyo, juntando caracoles, haciendo represas con piedras siento nostalgia por los viejos tiempos.
Las tardes andando a caballo, el viento soplando sobre mi cara y revoloteando mi pelo, sintiendo una libertad absoluta.
Y ahora tengo18 años, soy muy joven aún, pero estoy creciendo y madurando cada vez más.. dándome cuenta de ciertas realidades del mundo, adquiriendo responsabilidades.
Cada etapa es significativa, trae desafíos nuevos, que asustan y parecen imposibles de afrontar aunque en verdad no sea así.
Es importante no perder totalmente esa inocencia infantil mientras se atraviesa cada una de ellas, aprender a valorar los pequeños detalles y no abrumarse por los problemas. Disfrutar los buenos tiempos y tratar de afrontar de la mejor manera los malos.