— El pelimorado iba caminando por los pasillos abandonados del lugar. Su mirada estaba clavada en Teddy y los ligeros recuerdos de su madre inundaron su mente. En menos de cinco minutos, su humor habíamos cambiado drásticamente, de aburrido había pasado a enojado, esperaba que nadie se le acercara, porque hablar era lo menos que el quería y, podría reaccionar se una manera, que a nadie le gustaría.
Para calmar su malhumor, dirigió su mano derecha al bolsillo derecho de su pantalón, mientras que con la izquierda sostenía al dichoso peluche; sacó una paleta color roja, no se podía deducir si era de fresa o cereza, pero aún así el quitó el envoltorio para después tirarlo por ahí y dirigió el dulce a su boca.
Después de caminar bastantemente distraído, sintió que chocaba con alguien haciendo que casi se ahogara con la paleta, pero si con su saliva. —
Lo siento, estaba distraído y debí teber más cuidado. Aunque tu también deberías haberte fijado y no quedarte ahí de pie.
— Contestó de mala manera mientras tosía exageradamente. Se supone que el dulce mejoraría su humor, al parecer lo empeoró.