Plena tarde, el sol resplandecía en su punto y sus finos rayos se escabullían por la habitación a través del cristal de la pequeña ventana ubicada a un lado suyo.
El ambiente era cálido dentro de la sala, se podría decir que hasta agradable, pero él sentía frío a pesar de ello, tanto que llegaba a ser incómodo; no sabría describir la sensación que experimentaba en esos instantes, sus sentidos apenas se estaban despertando, por lo tanto estaba ido y despistado. No sabía qué día era hoy, mucho menos donde se ubicaba y porque, e ir tomando en cuenta esos detalles le hacían ver cuan abrumadora era su situación.
En el transcurso de los minutos, conforme recuperaba la conciencia poco a poco, sus ojos se abrieron en par. Su vista era borrosa, no era capaz de percibir lo que había más allá de la luz blanca que daba por cegar su visión en gran mayoría.
“Cross” fue lo primero que le vino a la cabeza en cuanto estuvo despierto en su totalidad. Tardó en procesarlo, pero en cuanto lo hizo, intentó a toda costa reincorporarse para ir a buscarlo (esto debido a que estaba con la idea de que se encontraba en su casa); mucha fue su sorpresa al percatarse que se le dificultaba moverse, además del lugar que traía de por medio dicha acción.
— Cross... — fue, sorpresivamente, capaz de pronunciar el nombre de su amado, como era de esperarse, en un susurro que apenas y era perceptible para él.
Sus iris, en un gesto desesperado, se desviaron a sus costados en búsqueda de toparse con quien estaba buscando, pero para su desgracia, no había nadie, o al menos nadie lo suficientemente cerca como para que pudiese verlo con aquel mirar tan borroso.
Escuchó pasos de al menos dos personas en conjunto. De inmediato, ante eso se alarmó, ¿quién se supone que estaba ahí con él? ¿por qué la habitación en donde se ubicaba era blanca? mierda, ¿desde cuando traía puesta una mascarilla de oxígeno? en definitiva se había perdido de algo.