Y te leo, a escondidas.
Y te pienso, te re pienso.
Le doy trescientas veces vueltas a como fuimos tanto
y hoy ya no hay nosotros.
En como tiramos la toalla
justo cuando acababa la preparación
y comenzaba el combate.
En como decidiste coger una calle
y no miraste para atrás para comprobar
si yo te seguía o me había perdido.
Y así, sin querer, nos gritamos todos los silencios a la cara.
Y un día, ya no estabas,
ya no estaba yo,
ya no habia un nosotros.
Y entonces si que hubo silencio.
Silencio y cientos de palabras
para romperlo.
Todo por escrito,
mil cartas que nunca te enviaré ,
cien mensajes que nunca recibirás ,
diez llamadas de socorro
que nunca sonarán , un vuelve
que solo fui capaz de pronunciar bajito,
tan bajito que ni siquiera yo lo escuché.
Quiero pensar que a ti te pasó lo mismo.
Que no supiste dormir sin mi
las primeras noches.
Que tenías que forzar la sonrisa
al decir “Buenos días” a los desconocidos.
Quizás no.
Quizás fue como quitarte un peso
de encima.
Ya da igual.