Que nadie me vea, pero que todos se encuentren: esa es la meta. Que todos sepan que aquí todos somos bienvenides. Tenía dieciocho cuando me uní a la plataforma; una década después, , aún camino entre muros construidos con cartas que nunca envié, bajo techos formados por conversaciones que jamás me atreví a iniciar y sobre pisos hechos de promesas que aún no sé si podré sostener.
Y, sin embargo, ahora estoy dispuesta a descubrirlo. No ambiciono convertirme en la próxima Elizabeth Gilbert o Carrie Bradshaw; ni siquiera sueño con ser una nueva Bridget Jones. Lo fascinante de este viaje es, precisamente, el trayecto: andar, mirar, perderme un poco y, en ese extravío, averiguar en quién puedo o quiero convertirme.

Después de todo, como dice Miley Cyrus, no se trata de lo que hay del otro lado de la colina, sino del ascenso