Su mirada se encontraba fija entre las calles, aburrida. Llevaba ya un buen rato trepada en la azotea de una de las casas, básicamente huyendo momentáneamente de sus obligaciones. No fue hasta que captó una cabeza castaña y figura bastante familiar que se incorporó, sonriendo como el gato de Chesire. Tomó un poco de impulso para después saltar del techo donde se hallaba, estirando una pierna para caer propinandole una patada en la espalda. Rápidamente colocó sus manos en los hombros de la contraria, retomando el equilibrio para acabar colgada de caballito de su hermana.
— ¡¿Cómo se te ocurre inscribirnos en una subasta estando el abuelo presente, tarada?! —ni siquiera era reclamo, sus carcajadas resonaban por el lugar—. Si te llegan a subastar, daré una vaca a cambio pero para que alguien se anime a llevarte. Fea.