Hubo un tiempo en que pensaba que sería por siempre un niño, para entonces el lenguaje ni siquiera tenía sentido, he cambiado de pinta, de actitud, de siglo, lo único que me quedo de mi pasado fue los libros. 
Me pasa lo mismo que a todo el mundo, nunca me he sentido en casa cuando no conozco el rumbo; estoy alerta, pues el tiempo nos ha enseñado: cada día que se despierta es otra puerta del pasado. 

No sé si estoy confundido o seguro de no entenderte, pero guardo en un escrito el sueño de volver a verte. Hay una puerta, detrás está lo que más quiero pero la llave que busco no cuelga de mi llavero.

Tengo sólo la ceniza que queda en el cenicero, me he consumido de prisa como la risa en el miedo, estoy debajo de la lluvia sin siquiera un sobrero, con un cigarro apagado como la luz de este cielo.

Sólo los niños son dueños de las cosas que no crecen; hasta que amor y dinero ya no son estupideces. Estos años están llenos de flores que no florecen.