Y es, ni más ni menos, en ese momento... En ese mismo instante cuando estamos solos y llega el silencio. Cuando el único sonido es el de nuestro pensamiento. Y hablamos en susurros, incluso con nosotros mismos, porque la sensación de tener miedo a romper ese precioso silencio te invade. Entonces llega ella, más silenciosa todavia que el silencio. Pero no, no llega con cualquier silencio. Llega cuando estamos solos, porque es muy vergonzosa.
Y entonces, con su dulce voz llena tus pensamientos. Y comienza el sonido, tal vez el de un instrumento, o quizás el de las teclas de un ordenador o una maquina de escribir, o un boli, o un lápiz deslizándose por un papel, haciendo trazos de un dibujo que jamás hubiera existido sin ese silencio.
Parece que solo unos pocos lo entienden. La gente se empeña en romper el silencio. Y es que las pequeñas cosas que se hacen movidas por la inspiración se están perdiendo...
Ya nadie le dedica un poco de silencio a esa dama que es la inspiración.