Es sólo cuando comprendemos que tenemos un tiempo limitado y
que no tenemos forma de saber cuándo llegará— cuando vamos a
empezar a vivir cada día al máximo, como si se tratara de la
única vida que hemos tenido.
En la obra que titule 24 horas para vivir, hablo cómo Liam Màrquez no cambio por iniciativa propia sino hasta que llego un diagnóstico inesperado.
A la larga perdemos todo
lo que poseemos, nuestras casas, coches, empleos, dinero, nuestra
juventud e incluso seres queridos. Sólo los tenemos en préstamo. Pero
la aceptación de esta verdad no tiene por qué entristecernos.
Por el
contrario, puede proporcionarnos la capacidad de valorar mejor la
infinidad de experiencias y cosas maravillosas que tenemos durante el
tiempo que permanecemos aquí.
Eso es lo que enseña la muerte, a
vivir. Y añado.
No tendrás otra vida como ésta. Nunca volverás a
desempeñar este papel y experimentar esta vida tal como se te ha
dado.
Nunca volverás a experimentar el mundo como en esta vida, en
esta serie de circunstancias concretas, con estos padres, hijos y
familiares.
Nunca tendrás los mismos amigos otra vez. Nunca
experimentarás de nuevo la Tierra en este tiempo con todas sus
maravillas. No esperes para echar una última mirada al océano, al
cielo, las estrellas o a un ser querido. Ve a verlo ahora. La
conclusión es obvia: vive cada momento con intensidad, estés donde
estés y con quien estés. Dale vida a la vida.
Castill0 Castill0.✍