𝓒𝑒𝑙𝑒𝑛𝑦𝑠

El miedo teñía el matiz grisáceo de sus ojos, una emoción que se apoderaba de su mirada. Aenar, en ese instante que parecía detenerse, se aferró a ella con una última observación, como si quisiera grabar en su memoria cada rasgo y matiz. Sus manos ascendieron con delicadeza hasta posarse en el cuello de ella, y con una reverente quietud, sus frentes se unieron, compartiendo el suspiro contenido en el aire entre ellos.
            
                 —No quiero que te desilusiones. —Las palabras brotaron con pesadez, como si fueran portadoras de una carga que le costaba liberar. Sus pulgares acariciaron con ternura la mandíbula de ella, trazando líneas suaves sobre su piel. Sus labios se tensaron, una pequeña presión que denotaba la fuerza necesaria para mantener sellados los secretos que finalmente se revelaban.

—¿Estás segura de esto? —volvió a preguntar mirándola a los ojos, necesitaba estar seguro por pura manía e inseguridad, puesto que no quería hacerle daño 

Con ambas manos tomó las mejillas de Celenys, y con una mano en la espalda de ella la atrajo un poco hacia él.
            Sutilmente le acarició la espalda sobre la tela de la bata. Se separó sutilmente de ella, sólo un poquito, mirándola a los ojos