- ¿Cuánto llevas sin llorar?
Su pregunta la desconcierta. No conoce las intenciones de la misma, pero no son buenas. Al menos aparentemente.
- ¿Cuánto llevas sin llorar? – repite un poco más alto, remarcando las palabras con su voz grave y seria.
- No sé – susurra. No intimidada, sino sorprendida. Y dolida, recordando que sus ojos se secaron hace tiempo.
- Necesito una respuesta más concreta – decide con un deje amenazante.
- Al menos 6 años.
- ¿Desde los diez? – ahora el que parece sorprendido es él.
- Probablemente, quizá 9.