"Con la cabeza rendida paseaba por los pasillos del edificio cargada de libros impaciente por hallar muchos más. Ellos la notaban distinta, no la conocían. Tímida, callada y poco más. Sus ojos eran dos fogatas que te paralizaban con la mirada pues su luz reflejaba un alma sin consuelo cuya pobre había ocultado tanto dolor y desesperación durante mucho tiempo. Su afán por zambullirse en esa marea de cuentos había sido aceptada recientemente. Sin embargo, aceptarlo no les satisfacía. Despreciarla y amargarla les llenaba por dentro mientras que ella solo podía desahogarse derramando las lágrimas que yacían presas tanto tiempo. Su único apoyo era el de su hobbie, en donde ella pudo llegar a comprender que las palabras són las únicas capaces de provocar daño y a la vez, se remediarlo".