𝕷𝗘𝗧𝗛. 

/ escuchó con atención mientras sus luceros lo miraban, dejó de brindarle caricias para así, con cuidado de no lastimar sus alas, abrazarlo por detrás; estirándose un poco para poder dejar su mentón sobre el hombro del celestial.   no sé si sea de mucha ayuda pero para mí tus alas son las más hermosas de todos los ángeles que he visto y topado.  / nuevamente, su cola por voluntad propia se enredó en una de las piernas del mayor.

me gustan como se ven así, luces más sexy pero... pero no me gustaría del todo que estén negras por mi culpa. / sus caricias siguieron suaves, sonriendo ligeramente al notar cómo estás se acercaban más a ella. 

ya sabes... negras. / acariciarle plumitas.

Por esa sonrisa mataría una y mil veces y volvería a condenarse con gusto si eso significara verla eternamente. Apoyó su frente contra la de él, intentando asimilar cada palabra que salía de su boca. Pensar que él estaba dispuesto a perderlo todo, todo lo que había sido, todo lo que conocía, le provocó un escalofrío. No era miedo. No era duda. Era ese amor que creyó enterrar atrás, vibrando ahora en su pecho, latiendo con fuerza en cada rincón de su alma… esa que juró perdida hace milenios.
            
            Sin decir palabra, llevó su otra mano a la mejilla opuesta de Eleleth, acunando su rostro entre las suyas. Lo miró a los ojos y el azul, tan profundo como el océano, regresó a ellos como si el brillo que se llevó al marcharse volviera al fin.
            
            ── No mereces otra oportunidad… pero la sola idea de no tenerte cerca es mil veces más insoportable que cualquier castigo. ── su pulgar acarició con suavidad su piel, mientras su cola seguía enroscada con deseo lento y reverente sobre su brazo. ── Tú y yo somos el Armagedón hecho carne. Amarnos es un error escrito entre el cielo y el infierno… pero ni ellos saben hasta dónde llegaría por ti.
            
            Sus ojos bajaron, solo un instante, a esas alas que ya no eran blancas. El tono oscuro, como obsidiana derramada, se deslizaba sobre las plumas divinas, y algo en su pecho se tensó.
            
            ── No quiero condenarte más de lo que ya estás pero yo... yo quiero ser egoísta. No como lo haría una súcubo. No deseo tu cuerpo, deseo tu existencia. Quiero reclamar cada espacio de ti, incluso los que tú mismo no conoces. Nos han maldecido, y por esa maldición estoy dispuesta a encender el fuego del infierno en la tierra, en el cielo y en cada rincón donde alguien intente arrancarte de mi lado.
            
            Sus dedos se aferraron con más fuerza a él.
            —Así que solo quiero una cosa, Eleleth… ── su voz bajó, grave, tan íntima que parecía un rezo blasfemo. ── Haz lo mismo por mí. Demuéstramelo. Enséñame hasta dónde llegarías por este amor maldito.

Y entonces, todo estalló dentro de ella. Ira. Desesperación. Esperanza. Anhelo. Cada herida, cada marca, cada cicatriz que había llevado como armadura se disolvió por un instante en ese beso inesperado. Al principio no respondió; se quedó helada, inmóvil, atrapada entre el instinto y el temor. Pero en cuestión de segundos, sus labios comenzaron a seguir el ritmo del otro, con la misma desesperación contenida que quemaba en su pecho.
            
            Fue una promesa sellada con la incertidumbre de volver a romperse. Una promesa nacida del miedo y de un deseo aún más doloroso: el de no volver a sentirlo lejos. Dolía. Como si el aire no bastara. Como si sus pulmones supieran que solo podían respirar cuando él estaba cerca.
            
            Un par de minutos bastaron para que la ternura creciera entre ellos. Y justo cuando estuvo a punto de rendirse del todo a ese ósculo, la súcubo se apartó bruscamente. Primero por aire. Después… por impulso.
            
            Su mano se alzó sin pensar y se estrelló contra la mejilla del celestial con un golpe seco y decidido.
            
            ── Eso es por ser un maldito bastardo.
            
            Intentó sonar firme, implacable. Pero su cola la traicionó, enroscándose sin querer en uno de los brazos de Eleleth mientras aún permanecía en cuclillas frente a él.

No se movió, ni siquiera parpadeó. El tacto de su mano aún ardía en la suya como una cicatriz recién marcada… y, sin embargo, no la soltó. No podía.
            
            "¿Por qué ahora? ¿Por qué me haces esto… con esa voz que tiembla y esas alas que ya no quieren el cielo si no es conmigo?" No dijo nada.
            
            Las palabras se agolpaban en su garganta como cuchillas sin filo, inútiles para defenderla, demasiado torpes para herirlo.
            
            Solo lo miró. No como quien ve a quien ama. Lo miró como quien contempla una herida que nunca termina de cerrar. Su pecho subía y bajaba como si intentara contener un huracán que la quemaba desde dentro. No por lo que él era, sino por lo que ya no era. Y por lo que ella había empezado a necesitar. Sus labios se entreabrieron, apenas, y no dijo una sola palabra. Entonces se deslizó una lágrima sobre su mejilla. Solo una lágrima. Una. Suficiente para que él supiera que no lo había rechazado. Pero también, que aún no lo había perdonado. Ni a él, ni a ella misma.
            
            ── Te juro que preferiría odiarte, sería más fácil que seguir amándote así.

No lo sé, parece que los lazos son más fuertes que cualquier tipo de bebida. ¡Es buenísimo! Pero te lo ruego, no vayas a repetir los mismos errores, ¿sí? Es importante que todo salga bien, no podemos permitir que vuelva a consumir Ambrosía o peor aún; que se deje embaucar por ángeles que buscan el mal de la especie contraria.

Vengo corriendo, por el Santísimo Padre. ¡VERO TE RECUERDA! NO SE COMO, PERO LO HACE. 

Ok, pero me dolió más la de «Prototipo mal hecho» que todos los demás.

A veces se me descontrola la bestia, disculpa.

Hubo un silencio. No incómodo, sino espeso. Como si el aire se hubiese congelado entre ellos. Ella lo observó, con esos ojos que solían desnudar intenciones, pero que ahora no podían leer nada. No en él. No en ella misma.
            
            ── ¿Curiosidad? ── repitió con suavidad, aunque en su voz se adivinaba una grieta.
            
            El temblor volvió. No en su cola esta vez. Sino en su pecho. Un estremecimiento que no tenía forma… solo origen. Dio un paso, apenas uno. No por acercarse, sino por sostenerse.
            
            ── ¿Y si lo que viste no era alguien que merecía ser vista? ──Sus labios se curvaron, una mueca más que una sonrisa. ── No te mentiré, no sé quién eres o quién eras pero algo en mí te odia. Algo que no recuerdo, pero duele como si nunca se hubiera ido, así qué, por favor... si soy alguien importante para ti, aléjate de mí. Suelo corromper todo lo que toco, estás mejor así, alejado completamente de mi existencia.

El nombre cayó como un peso en su mente.
            
            Eleleth.
            
            Y fue como si algo dentro de su cráneo se rompiera. Un latido seco, un dolor punzante que la obligó a entrecerrar los ojos por un instante. Como si su alma, si es que claro aún tenía una, intentara gritarle algo desde un abismo que ya no podía alcanzar.
            
            Pero no. Nada. Ni una imagen, ni una palabra, ni un maldito recuerdo, solo el eco del dolor.
            
            ── Eleleth… ── repitió, casi con burla, como si pudiera reírse del daño emocional que le provocaba oírlo ──. Suena importante. Lástima que para mí no signifique nada.
            
            Lo miró de nuevo, esta vez con frialdad contenida, como si algo más que ella no comprendía la protegiera, no era odio, era algo peor: vacío. ── No me molesta, pero, se me hace extraño que un enviado de allá arriba tenga tanta curiosidad en mantener comunicación con una súcubo como yo... ¿acaso te perdiste?

Fuiste creado, sí. Pero aún lo creado puede romper sus cadenas si aprende a sentir, no eres menos por haber sido moldeado. Eres más, Eleleth, porque a pesar de todo elegiste sentir.   / su diestra se fue hasta el mentón del ángel, para sostener su mirada e intentar calmar la discordia en su alma.     El amor no te convirtió en débil, te reveló que eras más que la herramienta que te enseñaron a ser. Fuiste llama cuando te dijeron que solo eras estructura. Fuiste voz cuando tu diseño te pedía silencio. Fuiste humano… al amar lo que el cielo quiso callar.  / sus alas acariciaron suavemente las del adverso, intentando controlar lo mucho que estas temblaban ante todo lo que él no expresaba en palabras.    ¿Y qué queda de ti, preguntas?, Queda el eco de una verdad vivida. Queda lo que arde en tu pecho cuando la nombras, cuando su recuerdo no se desvanece, porque lo verdadero no se disuelve: permanece. No te condenes por haber querido sostener lo que amabas. Tu error no fue amar, sino creer que amar debía doler. Y si la extrañas, Eleleth… entonces recuerda, lo que el deber te arrancó, la memoria lo guardará como llama sagrada. Ella vive en ti. Y mientras la recuerdes, no estarás perdido. Solo en duelo… y el duelo también es una forma de amar. Esta en tus manos la decisión que en el fondo debes tomar, pero por favor, Eleleth, elige lo que tu corazón diga, no lo que tu "juicio y deber" grita.

Sellaste el amor como si fuera pecado,
            y lo llamaste deber como si la renuncia fuese virtud.    / con la misma delicadeza de una madre a su hijo limpió las pocas lágrimas que lograron deslizarse sobre el rostro que aún mantenía en sus manos, intentando ser el salvavidas pero a la vez el sentido de racionalidad para él.    Te preguntaste si la libertad los destruiría y no viste que fue la obediencia la que los quebró. No naciste para obedecer, Eleleth. Naciste para sentir, y eso fue tu verdad más luminosa.    / sus alas los envolvieron, a ambos, en un intento de calmar y apaciguar la tormenta que en los luceros de él se seguía desatando.    Ella no necesitaba salvación, solo que alguien creyera que su fuego no era una condena, sino una promesa. La prisión no redime lo que el amor ya había salvado. Tú elegiste el silencio, pero incluso el silencio tiembla cuando la verdad lo llama por su nombre. Y hoy te lo digo, no fuiste débil por amar, por amarla, porque sé por más que intentes ocultar y negar, ella sigue ahí, como la última chispa del fuego. Fuiste valiente por seguir recordando, pero cobarde por creer que eres tú quién maneja la decisión de cada destino escrito.  Y por eso, Eleleth... jamás podrás olvidarla.

Las emociones son parte de nuestra existencia, Padre nos hizo a imágen y semejanza suya, ¿cómo nos haría sin sentimientos ni emociones cuándo él nos ha creado con amor?. / con suma delicadeza, las manos de la celestial tomaron delicadamente el rostro adverso para poder mirar fijamente hacia sus luceros, logrando captar de mejor manera la verdad del suceso. las alas de Dina temblaron sutilmente, sintiendo el peso, el dolor y la tristeza no solamente de él, si no también de aquella criatura que había sellado el lazo, cortado la conexión de ambos corazones.  Por el amor de padre, pero qué has hecho.  / acarició con cariño y amor ambas mejillas contrarias, intentando ocultar la verdad que ahora ella había logrado ver.  Eleleth, tan lleno de sabiduría pero a la vez perdido por esta. ¿Acaso Padre nos enseñó a ocultar lo que nos logra mantener con vida?, ¿acaso fuiste tan ciego, sordo y mudo como para poder elegir la prisión de oro ante el suave susurro de la libertad?

Mi frase.

── De inmediato su cola se enredó sobre su propia cintura, casi queriendo sostenerse de sí misma para no caer, encontrar un salvavidas ante esas palabras. "Yo no cometo erorres". ── ¿E-Eso soy para ti?, ¿un error? ── Sus palabras fueron torpemente acompañadas por un intento de escucharse firmes, sus ojos poco a poco comenzaron a perder el brillo que hacia unos segundos juraba mantener. El agarre en su cintura se apretó aún más, intentando sentir al menos dolor, algo más que no fuera su corazón romperse en dos. ── El error fue creer que eras diferente. ── Sobre su frente emanaron ambos cuernos que odiaba lucir, mientras que sus orbes lograban oscurecerse ante el sufrimiento que sentía al volver a mantener sus paredes firmes, alejadas de ese estúpido sentimiento que pensó creer sentir. ── El error más grande fue imaginar que por un solo segundo lograrías ser libre y no una marioneta del más alto, ¿acaso tu vida vale más que la mía?, al carajo. No eres nada, no eres nadie, porque solo eres un estúpido muñeco creado para satisfacer las oraciones del padre, sin libertad alguna, aunque tengas alas eres preso de tu propia vida. ── Cada palabra dicha por ella fueron como dagas lanzadas con toda la intención de dañar, de romper, de lastimar. Dándole la espalda solo así permitió que las lágrimas de sus ojos comenzaran a deslizarse por sus mejillas. ── Aunque tienes razón en una sola cosa, el asco que sientes por mi especie es el mismo que he sentido por mí misma todos estos años. Usa tus alas y solo vete de aquí, ve con los demás celestiales a reírte y burlarte de la estupidez de una súcubo al creer que verdaderamente podría ser mirada de distinta manera.

Yo... ── Las manos de la súcubo jugaban entre sí mientras intentaba controlar sus emociones, intentando incluso encontrar las palabras adecuadas sin titubear en el transcurso. ── Esto no es fácil para mí. No estoy acostumbrada a sentir algo que no quema, algo que no busca poseer ni destruir. Tú... tú eres todo lo que no debería ni mirar. Y sin embargo, cada vez que lo hago siento que algo dentro de mí, algo que yo no conocía, simplemente brilla. ── Su voz se tambaleaba en cada palabra, en su pecho comenza a arder algo nuevo para ella, algo que juraba no sentir ni tener, sus luceros lograron fijarse en los del más alto, ese par de estrellas que había logrado robar su oscuro corazón. ── No sé cómo decirlo sin arruinarlo, sin sonar como todo lo que se espera de mí. Pero lo que estoy sintiendo por ti no es lujuria... Eleleth, es algo más, algo que de verdad me da miedo, me aterra y asusta porque sé que es algo real. Es ternura, es luz, es... tú. ── Su voz apenas era un hilo audible llena de sinceridad y cruda realidad, realidad de todos sus sentimientos logrando florecer y hacerse visibles. ── Así que por una vez, solo quiero que me mires, no cómo los de allá arriba han dicho y prejurado lo que mi especie según es, quiero que me mires con tus propios ojos, por favor, mírame a mí.

/ de inmediato se pegó el cuerpo del cachorro hacia ella al notar la reacción contraria, no pudo evitar sonreír ligeramente, reprimiendo rápido su sonrisilla mientras dejaba en el suelo al cachorrito.  tranquilo, no te va a comer ni nada por el estilo, es como un perro terrestre... pero con poderes y que llega a crecer más que un perro normal... / sus luceros se fijaron en los del celestial, sintiendo cómo su cola volvía a menearse de un lado a otro.

¿alguna vez habías visto... / extenderle cachorrito con cuidado para no incomodarlo tanto a él como a la criatura.  a un cachorro de cerberus? 

/ miró sobre su hombro al dejar su cabello suelto una vez más, notando cómo su propia cola la traicionaba, por más que intentaba soltar aquel agarre, no lo lograba.   Mi cola actúa como si tuviera vida propia.  / intentó evitar la mirada del celestial por vergüenza, queriendo que no lograra mirar más allá de sus luceros y su aún visible rubor carmesí sobre sus pómulos. la idea de volver a orar y ser creyente no parecía ser tan estúpida en ese momento, pues aquella extremidad de su cuerpo seguía alrededor de la pierna contraria, aunque esta tan solo dejó una última caricia suave, sin morbo ni segundas intenciones, un gesto puro para una súcubo que solo conocía el deseo. los orbes de la fémina rápidamente se dirigieron hacia los del mayor, bastantes emociones estallaban ya dentro de ella, pero la vergüenza la gobernaba más que otras.   P-Perdón...

/ sujeto con cuidado su cabello para evitar que estorbara al momento en el que el celestial la ayudaba, la repentina cercanía junto con la suavidad del calor que emanaba el aliento del mayor la hizo sentir nuevamente un leve escalofrío, aunque logró controlar su cuerpo, su cola, como si tuviera vida propia, suavemente se enredó no en su propia pierna, esta vez optó por enredarse en una de las piernas del contrario. debieron pasar unos cuántos segundos para darse cuenta de lo sucedido, sintiendo cómo su rostro estaba a nada de inventar nuevos colores carmesí mientras que su cola se mantenía aún en la pierna ajena.  ¡Por los siete anillos, perdón, perdón, perdón! 

/ sus mejillas se mantuvieron carmesí por más tiempo, aunque su sonrisa ya no podía evitarse, intentaba controlar los movimientos inconscientes que su cola seguía haciendo. un escalofrío recorrió su cuerpo ante la mirada del celestial cuando una vez más admiraba el vestido blanquecino que abrazaba sus curvas.  ¿P-Por qué casi no te gusta hablar?... ¿no te dejaban hablar mucho allá arriba?  / intentó cambiar el tema para evitar que notara las sensaciones y emociones que florecían de pronto en ella, al darle la espalda para poder cambiarse de nuevo notó que el cierre del vestido se había atascado. maldijo suavemente en voz baja al intentar, una, dos, hasta tres y cuatro veces bajarlo, pero claro, no pudo lograrlo, maldijo nuevamente en voz baja, rezando por primera vez ante lo que iba a pedir.  ... Oye Eleleth, ¿quieres hacer otra cosa sin tener que hablar, como ayudándome... con el cierre?...