°0⊙° El adolescente notó que el pequeñito no era tan hablador cómo él, algo tímido, aparentemente, no le dio demasiada importancia y se encogió de hombros, para luego despedirse con una sonrisa relajada. —Bueno, niño, tengo que apurarme a llegar a clases, ya llevo cómo media hora tarde. — Dijo, entre risas, puso su mano en la coronilla de la cabeza del chico para darle unas suaves palmaditas cómplices, junto a eso, sacó una manzana medio mordida y se la ofreció.
—Toma, no tengo hambre, quédatelo.
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