El mundo se divide en cronopios, famas y esperanzas. Diría que soy una cronopia disfrazada de fama, quizá más boba que las propias esperanzas; capaz de admirar una flor sin arrancarla, pero atesorando los recuerdos en forma de frías estatuas sin color.
Si camino por un sendero de tierra hasta llegar a una bifurcación, posiblemente escogeré el lado más pedregoso; por alguna razón muy curiosa siempre he tenido cierta tendencia a hacerme la vida lo más difícil posible. ¿Sabes qué es más desconcertante todavía? Que no me ha ido nada de mal empleando tal descabellada forma de avanzar. Puede que a veces me caiga o que el camino me guíe hasta un espeso bosque, más tenebroso que una madre enfadada, pero siempre consigo atravesar la ramas y las piedras afiladas. 
¿Y tú? 



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