Siendo niña solía rodearme de libros.

Imaginaba mundos fantásticos y personajes surrealistas que me ayudaban a evadirme de la monotonía de la vida cotidiana. Con el tiempo, comencé a plasmar aquellas invenciones en papel, permitiendo que ríos de tinta brotaran de mis pensamientos.

Jamás dejé de leer y mejorar en mi escritura, y cuando cumplí once años yo ya había decidido que quería ser escritora. Ha pasado un tiempo desde entonces, y aunque mis ideales pueden haber cambiado, mi deseo y principal objetivo sigue siendo el mismo.

Pero para alcanzar una meta al final de la escalera, debemos ir subiendo poco a poco los peldaños, ¿no?

Por eso estoy aquí. Supongo.