He navegado en tus mares de versos y me he quedado congelado en ellos.
He escrito tantos versos para deleitarte y sin embargo no me he atrevido a enviarte nada.
Mi desesperación se ha acumulado hasta terminar en ser parte de tu mar, te ruego me perdones por involucrarme en tu mar, pero es que no puedo soportarlo más.
Tus escritos son las joyas más finas, radiantes y preciosas que mis ojos han tenido el privilegio de disfrutar. Me he enamorado, me han inspirado, me han provocado las emociones más profundas que hacen que cada día crezcan más.
Recorrí otros mares con la intención de encontrar un tesoro similar al tuyo, sin embargo me temo que parezco idiota al buscar tan vehemente lo que ya he encontrado en ti.
Tú obra relata él como un escritor se enamora de un pintor. ¡Que obra tan maravillosa!
Si me permites decírtelo, no he podido aguantar la emoción y he ido como niño pequeño presumiendo a cada ser vivo que conozco que tú obra existe. ¡Y es que no puedo vivir sin contarle a alguien tal regalo de Dios!
Mis ojos no pueden dejar de leerlo y evitar que surjan nuevos pensamientos sobre ello.
Cuestiones de ti y de la obra en si.
Tú obra ha rebasado mis límites y he querido hablarte para poder romper el vacío a mis preguntas.
¿De donde ha nacido tanto arte? ¿Que te ha inspirado? Necesito saberlo todo, pues, aunque suene desesperado y sumamente erróneo, te has vuelto mi musa.
Permíteme conocerte, no por mi desesperación, sino por mi falta de conocimiento en cuanto a la vida.
Permíteme ser tu estudiante y permíteme aprender de ti, permíteme ser tu amistad, se que suena a locura, pero me has enloquecido.
Y si te suena a ofensa, te pido perdón eternamente.
Mi amor por ti va más allá a las obras, ruego por tu felicidad como si mi alma te conociera de tiempo atrás y es por ello que está tan angustiada de no poder acercarme.