Observó cada uno de los movimientos que realizaba, siguiéndolo con la mirada como un niño a punto de ver un truco de magia. Cuando vio las rocas levitar, sus labios formaron una pequeña o y después soltó un silbido.
—¿Y eso también lo puedes hacer en ti o en otras personas? —cuestionó, subiendo un dedo para tocar una de las piedras que seguían en el aire, sonriendo en grande—. ¡Que genial! ¿Hay algún límite para lo que puedes controlar? —inquirió, sacándose las gafas para poder apreciar mejor aquel espectáculo. Sus ojos celestes brillaban intrigados por aquella habilidad, definitivamente no era energía maldita, no sentía ningún vestigio de esta y por ello es que se encontraba tan emocionado.