Chicos, necesito que lean esto con calma. Ya sé que el chisme va a volar igual, pero prefiero que sepan lo que pasó de verdad.
Ese dia creímos que Ale se nos moría.
Y no es broma.
Estábamos en su casa. Él ya andaba mal desde temprano, con fiebre, temblando un poco, pero como siempre, diciendo que no era nada. Ale tiene esa manía de ocultar que está mal, como si fuera una vergüenza. Se reía, caminaba, hasta bromeaba, pero se le notaba en la cara que estaba ardiendo por dentro.
Más tarde se fue a echar a su cuarto. Pasó una hora. Luego dos. Nadie dijo nada hasta que su hermana, subió a verlo. Tocó, no respondía. Abrió… y gritó.
Yo estaba en la sala y cuando llegué, vi la escena que todavía tengo en la cabeza: Ale en el suelo, pálido, los labios morados, sin moverse. Su hermana estaba llorando, repitiendo “no, no, no”, mientras trataba de hacerlo reaccionar.
Y por un momento pensamos lo peor.
Pero no. Tenía pulso. Respiraba, aunque apenas. Estaba inconsciente. La fiebre lo tumbó. El cuerpo colapsó por el calor, la falta de agua, y su terca costumbre de ignorar lo que siente.
Entre todos lo levantamos y lo acostamos en su cama. Le pusimos paños fríos en la frente, lo tapamos, le di suero con una cuchara. No reaccionaba al principio. Su hermana estaba sentada en el borde de la cama, temblando, con una mano en la frente como si ya se estuviera despidiendo de él.
Y entonces, como si nada, Ale se movió, abrió los ojos, miró alrededor medio dormido y dijo:
—¿Por qué hay tanta gente aquí? ¿Me van a velar o qué onda?
Casi lo matamos entre todos.
Ahora mismo está acostado en la cama, medio dormido, murmurando cosas sin sentido cada tanto. Respira bien. Se ve agotado, pero tranquilo.
Su hermana no se ha movido del cuarto. Lo mira cada dos minutos, como si necesitara confirmar que sigue ahí.
Ale va a estar bien. Pero esta vez nos asustó de verdad.
Y si alguien vuelve a decir que no necesita ayuda cuando está con fiebre, lo amarramos a la cama antes que se nos vuelva a caer así.
