Sus ojos vacíos le recordaron al abismo. Por primera vez presenció lo que era mirar dentro del infierno de una mente oscuramente siniestra. Y, sin embargo, algo dentro de su corazón encontró allí la compatibilidad exacta que la llevó a enamorarse… incluso de ese agónico e infértil foso.
Las luces parpadeaban y el mundo giraba en aquella fiesta de cuerpos sin alma. Pero ninguna de esas luces logró jamás iluminar sus ojos. Ni una sola vez. Hada rozó con la punta de sus frágiles dedos el pecho del hombre y sintió su corazón tamborileando con potencia. Sabía, en lo más consciente de sí, que era por las sustancias. Pero en lo más roto de su alma, un fragmento sediento de aquel abismo le susurró que era por ella.