-Te amo -me dijo.
Lo miré, sorprendida, y le sonreí.
-También te amo -le respondí, y me detuve un momento.
El cielo azul lleno de algodonosas nubes me esperaba, pero su mano me retenía aquí en la tierra.
Volví a sonreírle, y le di un breve beso en los labios para luego acariciar su bello rostro con mi dedo índice.
Realmente me había enamorado de él.
"Es, sin duda, la criatura más hermosa que vi jamás", pensé mientras apoyaba la palma de mi mano en su mejilla.
Hacía ya tiempo que había caído herida y él me había curado. Hacía ya tiempo que podía volar de nuevo, y sin embargo me había quedado por él... por mí.
Pero, como toda criatura nacida para volar, necesitaba del cielo. De aquel hermoso cielo azul que me esperaba con paciencia.
Con una última sonrisa, desplegué mis anchas alas y me impulsé hacia arriba. Y luego de mirarlo por última vez, me alejé volando, disfrutando del viento y la libertad.
Había oído de otras criaturas aladas que habían perdido su vuelo, y se quedaban en la tierra para ser felices. Algunas lo conseguían y otras no. Pero una vez que se quedaban en tierra no podían volver a volar.
Y aunque lo extrañaría mucho, y sentiría su falta, hubiera sido peor haber perdido mi vuelo. La razón de mi existencia. La razón de mi felicidad.