Hoy pude verte, tan impecable como de costumbre; pensado que ya no tendrías ningún efecto en mi, me lancé a tus brazos, fuertes como el acero, y me correspondiste el gesto. ¡Cuán equivocada estaba! Tan solo la distancia provocaba que olvidara momentáneamente el apresurado latir de mi corazón, pero al tenerte de frente, conmigo, todo aquello de lo que me había logrado convencer se fue al caño.
El ligero viento atrajo hacia mí tu característico aroma, el único, que al notarlo, me hace buscar desesperadamente entre la multitud; aquel que puede llenar mi ser de amor.
Aprendí de la mala manera, pero no me arrepiento, porque contigo aprendí lo que es amar, y aunque ahora ya no tenga ninguna intención, me reservo ese amor para mí, porque aún no has salido de mi corazón.
Tu voz, tus palabras y tus pequeños gestos, solo hacen que me enamore más y más de ti, no te culpo, sino a mi por ser débil ante tu presencia, tu sonrisa fue capaz de darme alegría, y tu calidez, paz para mi día.
Me guardo de algunos detalles, que sé que para ti fueron gestos de amistad, pero para mí, quedarán guardados en mis recuerdos más dulces. Sabiendo que nunca lo leerás, puedo decir que aún te amo, ¿soy cobarde? Solo quiero tener claro y dejarme de ocultar lo que siento, aceptar mis sentimientos, disfrutar de mi amor.
