—¡No pienso decirle mi nombre a un bastardo pervertido! ¡Ahora dejame ir!
—Bueno, eso resulta conflictivo. No quieres que te llame de ese modo, pero tampoco quieres dar tu nombre. No obstante, eso se puede arreglar fácilmente. Ah, y digas lo que digas, hagas lo que hagas, no podrás escapar de mis manos —aclaró con una siniestra sonrisa que disfrutaba de jugar con el pequeño—. Ahora bien, hagamos algo divertido. Te daré dos opciones: te desnudo si no me dices tu nombre o, te desnudo y me das tu nombre.
—¡No hay opción ahí! ¡Una u otra me quitaras la ropa! —gruño.
➜ Fragmento: "El apocalipsis zombi en un país extranjero".