Oh, cariño. ¿Que te hicieron? Tan pérdida, tan frágil y quebradiza.
Te encontré en una esquina de tu habitación, acurrucada entre entre arrugadas hojas de papel, lágrimas bailaban en tu ojitos de niña triste, me acerqué a ti, te tomé entre mis débiles brazos y te cobijé como pude, y a pesar de mi pobre intento de consolarte, tú me agradeciste, porque sí, pude entenderte mientras tu cuerpo se sacudía entre lágrimas y lamentos.
¿Es que acaso...? Ah, comprendo, aún no lo entiendes.