Presentamos a dos amigas de la infancia que estudiaron la misma carrera, la cual podían usar para meterse de manera profesional en la vida de los demás. Psicología había sido su elección y, para indagar en lo más profundo de las vidas de otros, se especializaron en terapia de parejas. Decidieron abrir una consulta propia, donde ningún jefe controlara sus métodos poco habituales en la forma de tratar a sus clientes.

Ross era una joven con buenas curvas y exuberantes pechos. Su pelo corto y rizado brillaba en un bonito dorado cuando el sol penetraba a través de las cortinas en el despacho principal de la consulta. Su piel, de un color parecido al café con leche, se mostraba en aquellas zonas visibles bajo la escotada blusa y la bata blanca de doctora. Le gustaba sentarse en el sofá de cuero rojo frente a los clientes, para no perder detalle de sus reacciones ante las preguntas que les hacían.
Anya, por su parte, parecía mucho más joven que Ross a pesar de los pocos meses de diferencia. Su cuerpo era pequeño, de anchas caderas que contrastaban con sus finos brazos. Le gustaba variar su cabello castaño claro con mechas de distintos colores, desde el azul hasta el violeta, y su piel blanca hacía notar más aún el permanente color rosado de sus mejillas. Vestida con una larga bata blanca que le quedaba un poco grande en las mangas, solía sentarse encima del escritorio.

Así eran ellas y juntas formaban ¡las doctoras polo de fresa y chocolate! Dispuestas a ayudar a todo el mundo en sus problemas sentimentales y, sobre todo, sexuales.

¿Estarías dispuesto a seguir sus consejos?

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