El silencio. Lo que obtuvo como respuesta fue silencio por parte de Kunihiro. Complacido con eso, supo que al fin había puesto a su replica donde debía. Su pecho se desinfló sorprendiendose por el tiempo que llevaba reprimiendo su respirar de manera obrumadora. Acomodó un mechón de su cabello observando por última vez a Yamanbagiri convencido, que está charla fue dura y amarga pero no era para ablandarse. Sus ojos vieron a la espada gélidamente antes de irse de allí sin decir ni una palabra caminando con un reprimir en su boca. Sintió que no debió dando ofender a Kunihiro pero sin embargo, el orgullo de ser una hermosa espada lo enfermó con el simple echo que la espada que veía en frente era Yamanbagiri y no más él siendo llamado por ese nombre, suspiró pesadamente perdiendose entre los pasillos del lugar .