Al escuchar aquella voz tan familiar, el hombre sonrió, volteando a ver a su querido compañero.
—¡Kyojuro! Me alegra verte.
Le sonrió, acercándosele y dándole unas palmadas en la espalda animosamente.
—Mi amigo, ¿por qué tan estudioso? ¡Mejor vamos a comer!