Hace tiempo hablaste condenando la falsedad, la vileza de la multiplicidad; las quemaste en los pórticos de una callada gloria.
Te invoco ahora, que los años han pasado. ¿Cuánto de lo que era verdad queda, para que lo falso siga siendo falso? Cuánta verdad queda de combustible para que siga ardiendo la pira de lo falso, al azar de la noche.
Espera a que la falsedad se disfrace de verdad para que tu verdad se quite, (eso sí, con dignidad), el disfraz que le pusimos cuando nos atrevimos a crecer.
Primer pecado del ser humano, crecer tan rápido como para olvidarnos de que, en el fondo, seguimos jugando.
Te deseo libertad en esta vida, querida desconocida. Te deseo Verdad y coraje.
Pero más que eso, más que Libertad, Verdad y Coraje, te deseo Amor.
Amor que te encadene a una sola luz, a un solo foco; a una sola forma de ver las cosas. Equivocada, para siempre equivocada, para siempre.
Porque los festines también son noches estrelladas con el arma al hombro si te olvidas que las luces son artificiales.
(Artificial... Maldita sea, ¿qué es eso? ¿Podría alguien explicarme de una vez qué significa eso...? Como si lo cierto y lo falso, como si lo artificial y lo natural no hiciesen el amor por las esquinas, cuando nadie los ve...
Pregúntale, si no, al cangrejo ermitaño que usa la lata de refresco como concha. Pregúntale, a la naturaleza, cuál es la diferencia.)