Me di cuenta que ya no me mira como solía hacerlo. Qué me hizo a un lado, que fui un experimento. Me di cuenta del daño que me hacías, pero aún así te quería. Me di cuenta que escribía de ti cada noche, que te volvías mis sueños y mis pasiones. Qué tu cuerpo se volvió en mi condena, y que tus labios eran mi pecado. Un suave roce, lento y tortuoso entre nuestras mano. Pero jamás me viste a mí de esa manera. Te di todo, te di mi mundo entero. Te entregué mis escritos, porque el hablar me era prohibido. Me sumergí en tu mundo, buscando la llave de tu corazón. Pero solo hallé la herida más profunda en mi piel. No eras lo que aparentabas ser. Eras cruel, eras alguien ajeno a quien conocí una vez. Te creíste tus mentiras, una y otra vez, hasta que decidiste que era mejor vivir así que seguir fingiendo. Me volví diferente. Me volví como el mismo hielo. Decidí olvidarte, decidí borrarte del mundo que me rodea. Pero tarde comprendí, que jamás borras una herida, que solo sana y se supera, pero tus labios y tú escencia, siguen siendo mi perdicion. Me di cuenta, que aún eres mi peor pecado.