Nota para los viajeros casuales y los críticos improvisados:
Llevo más de una década en esta plataforma —aunque parte de ese trayecto lo recorrí con otra cuenta—, y he sido testigo de todo tipo de reacciones hacia mi trabajo. Soy plenamente consciente de que publicar es exponerse, y lo he aceptado con madurez. Sin embargo, quiero hablar brevemente —y con toda la serenidad posible— sobre Con Aroma a Fresas.
Esta historia nació en un momento muy personal, en un trance emocional donde escribir fue más refugio que vanidad. La compartí no por complacer a nadie, sino porque deseaba leerme, reconocerme, sanar. Afortunadamente, en ese camino, muchas almas sensibles se sumaron y encontraron en ella algo que también les tocó el corazón. A quienes la han amado como yo, gracias infinitas.
Pero a quienes no les gustó, quiero recordarles algo muy simple: pongo una nota al inicio de cada historia, una advertencia clara que puedes leer… o ignorar (como claramente hacen muchos). Si lo tuyo es venir con mala vibra, despotricar sin aportar y dejar comentarios cuyo único propósito es herir, hazte un favor: fluye hacia otro lado.
Especialmente si tu crítica se resume en: “Odié todo”. Pues mira, gracias por tomarte el tiempo de leer todo lo que odiaste. No te pediré que te calles, pero sí que lo hagas en otro espacio que no sea el mío. Porque cuando estoy de buenas, me dan risa. Pero cuando no... bueno, me emperran, y no vine aquí a educar grosería disfrazada de sinceridad.
También te pido con respeto, no invadas mis redes personales para decirme por mensaje privado que odias mi historia. Créeme, si no te gustó, ya lo he notado; no es necesario repetirlo en estéreo por todas partes. Yo seguiré escribiendo. Seguiré creando. Seguiré amando este arte. Y no me voy a ir hasta que tenga un verdadero motivo para hacerlo. Uno real, legítimo y personal. Y spoiler: ese motivo no eres tú.
Con cariño, sarcasmo elegante y el aroma persistente de las fresas que tanto te incomodan,
—La autora.