El crepitar suave de la chimenea era el único testigo de las noches de invierno en casa del abuelo Elías. Bajo la manta de lana tejida por la bisabuela, Lucas se acurrucaba, sus ojos grandes fijos en el rostro surcado por el tiempo de su abuelo. Las historias de Elías eran su tesoro más preciado: cuentos de piratas valientes, princesas en apuros y bestias fantásticas. Pero aquella noche, la voz del abuelo tomó un matiz diferente, más grave, casi un susurro cargado de viejos secretos.
"Hace mucho, mucho tiempo, Lucas," comenzó Elías, con la mirada perdida en las llamas danzantes, "cuando el mundo era joven y la oscuridad aún no había aprendido a esconderse, existieron guardianes. No eran hombres comunes, sino seres bendecidos con dones, protectores de la humanidad. Cada uno poseía un objeto, un artefacto ancestral que vibraba con la esencia misma de la vida, otorgándoles poderes inimaginables para defender lo que era justo." Hizo una pausa, y un escalofrío recorrió la espalda de Lucas, no por el frío, sino por la solemnidad en la voz de su abuelo. "Pero incluso entre los más puros, la semilla de la ambición puede germinar. Uno de ellos, el más brillante, el más poderoso, sucumbió a la sombra. Su objeto, una vez fuente de luz, se corrompió, y con él, su corazón. Así fue como nació el primer exiliado, la primera traición que marcó el destino de todos."
Se viene una nueva historia atentos