La obra ni el autor son tuyos.
Jamás trabajes por alguien que no se lo merece, no gastes tus horas de sueño y tu ingenio por algo que nunca será reconocido, no lo hagas si no sabes la historia detrás de sus bellas letras ya que te arrepentirás cuando un cuerpo de otro sudor se aproveche de la mesa servida y junte su nombre con el que tanto ayudaron, confiaron e incluso amaron.
No sientas de nuevo esos párpados pesados por una historia en la que no dejarás huella alguna, no elijas colores y formas, como si fuese también tu ilusión (aunque lo sea) … porque es estrella de otra galaxia. Es doloroso cuando sabes que el premio que se te dio sin que lo invocaras se va a diluir justo así como la sal que crea tu armadura cuando lloras y crees que limpiaste algo que se convierte en un pozo horrendo de desilusión.
Y, sobre todo, no seas el cuerpo de otro sudor, no pretendas que si está listo lo puedes tomar por algún delirio que pase por tu cabeza pues si no participaste de su creación apareciendo solo cuando el dulce oro verde se hace presente, no es tu trabajo. Robárselo al aire que respiró un día el hombre sin honor es lo más despiadado que puedes hacer. No puedes tratar de “nuestro” a algo que simplemente no conjuga con tu nombre, acepta tu vaga participación y ahórrate el poco decoro que tienes frente al creador y su obra. Ni en esta vida ni en la otra, te pertenecerá algo a lo que te une la inservible ley humana.
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Querido lector este pretende ser una pequeña composición sobre un tema que puede afectar a muchos y es el autor, su ayudante y los derechos de estos, el plagio y la auto-apropiación, pero pueden interpretarlo como deseen.