H3rmiit

Hacía mucho que no sentía tanto ardor en mis ojos ni un nudo tan grande en mi garganta. Demasiado tiempo pasó desde la última vez que sentí tanto temor a volver a estar sola. Ganas de gritar, de golpear, de vivir y de morir al mismo tiempo me invaden. Estoy feliz, feliz por ellas que ahora serán libres, que seguirán adelante con su vida, pero siento todo derrumbarse a mi alrededor a cada segundo... ¿soy mala amiga por querer que se queden conmigo? ¿soy egoísta por desear que no se vayan?

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Hacía mucho que no sentía tanto ardor en mis ojos ni un nudo tan grande en mi garganta. Demasiado tiempo pasó desde la última vez que sentí tanto temor a volver a estar sola. Ganas de gritar, de golpear, de vivir y de morir al mismo tiempo me invaden. Estoy feliz, feliz por ellas que ahora serán libres, que seguirán adelante con su vida, pero siento todo derrumbarse a mi alrededor a cada segundo... ¿soy mala amiga por querer que se queden conmigo? ¿soy egoísta por desear que no se vayan?

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Cuando era chica, veía a mi madre y a mi padre fumar. Ambos eran, y siguen siendo aún hoy, personas muy cultas, sin importar mis opiniones personales de ellos ahora. También sabía que algunos de los grandes autores también fumaban, así que yo relacionaba fumar con personas inteligentes. Pero crecí y comencé a ver que no es verdad, que no todo el que fuma es una persona de grandes o importantes conocimientos, y que algunos es mejor evitarlos.  Al principio me pregunté si era mi error, haber creído tal cosa, pero ahora, después de mucho pensar, me di cuenta de que, en aquel entonces, mi mundo solo refería a mis padres, los libros y los lugares donde podía relajarme y leer.

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Lo sé, tuve tanto tiempo para confesarme, dos años no es poco. Pero tu también sabías que yo no tengo autoestima, que tenía miedo y ahora... ahora, solo por algunos kilometros me dices que no, que podría haber funcionado antes, cuando estabas de forma física a mi lado... lo siento, tal vez yo te fallé sin darme cuenta o tal vez... no sé, lo siento, es todo lo que puedo decir. Perdón.

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El era un muchacho nomal, no era muy alto, ni muy bajo. No tenía un olor particular, ni un color de ojos demasiado memorable. No era muy inteligente, ni muy maduro, no era flaco, ni era gordo. No era tierno, ni era muy frio. No había nada en su cuerpo o dentro de él que le ayudara a identificarlo, pero Maxwell me hacia reír, me ayudaba a dispersarme un poco, no teníamos charlas serias, charlabamos más de videojuegos que de otras cosas, supongo que era un buen escape de mi realidad. 
          Había pasado a un año aún más complejo en la escuela, y eh de admitir que cada vez me iba peor, cada noche me encontraba aún más y más cansada y las 10 horas dentro de la escuela me generaba un desgaste mental que no tuve nunca en mi vida. Incluso los días que entraba una hora más tarde de lo usual, procuraba estar en la escuela a la hora de ingreso, para pedir ayuda, tanto a compañeros como a profesores, pero fue conociendo a otras personas que llegué a hablar con Max, y fue así como empezamos a conocernos y hablar.
          Él no fue mi primer amor, ni mi primer beso, tampoco fue mi primer desastre amoroso, no llegué a la secundaria sin un primer beso, lamento no ser esas chicas de libro que su primer novio es el amor de su vida. Pero aprendí que cada amor es el primero, el primer beso con alguien, la primer caricia, primer todo sin importar las veces que lo hayamos hecho con otras personas.  
          Había muchas cosas que yo no sabía de Maxwell, pero si sabía que yo no había sido su primer amor, pero si su primer beso.