Mi dulce sufrimiento era tu sonrisa, que ilumina mis días como el sol en las mañanas, y me atrapaba en la calidez con un calor abrazador que solo tú pudiste brindarme una vez. Eres el salvador de este corazón que me enseñó la belleza de amar y la dolorosa realidad de no ser correspondido, y en cambio ser recíproco. Tan dulce como tus dedos que tejen mi cabello como hilos de seda que se enredan, dulce como el algodón de azúcar que empalaga mi corazón con tu sonrisa y tu bella voz.
Sufrimiento por hacerme desear una estrella lejana, a mis manos que tratan de alcanzar el brillo esplendoroso que ilumina mis noches más oscuras sin ti a mi lado. Sufrimiento por no poder besar tus labios, a pesar de tantos años, seguiré siendo menos que una opción, soñando y anhelando estar algún día a tu lado y ser feliz en tus brazos. Pero tuve que confirmarme con la dolorosa realidad de ver a la lejanía cómo una sonrisa llena de encanto, que alguna vez anhelé tanto, era dirigida a la bonita niña de cabello castaño.
Sufrimiento porque, a pesar de no estar conmigo, nadie te querrá tanto como yo. Sufrimiento porque mi corazón será eternamente tuyo, dolorosamente amoroso porque mi amor hacia ti no es efímero. ¿Alguna vez me verás como algo más para ti?