Parpadeó un segundo. . . y luego ladeó la cabeza, con una sonrisa demasiado inocente para ser honesta.
— Oh, no, no —dijo rápido, levantando ambas manos en señal de rendición—. Señor es… una energía. ¿Sabes? Autoridad, porte, respeto existencial. Nada que ver con arrugas o bastón, lo juro por. . . —hizo una pausa dramática— . . . Mi preciosa moto.