Todo es tan estresante, volvió a hablarme, me siento tan miserable, no es felicidad, es una tristeza tan agridulce y quiero aún más.
Es una acidez que deshace mis pensamientos, no pienso bien, solo sobrevivo a mi auto sabotaje.
Sus ojos, abunda tanto que decir, no tengo los sinónimos correctos para expresar el poema que coexiste en ellos.
Sus manos, tan delgadas y finas como el tul, se ven tan cálidas pero aunque no me toquen siento que rasguñan mi alma y corazón.
Su voz pronunciando mi nombre en un acto tan melodramático y reconfortante me quema el alma, me desangró, mis ojos se nublan en tormentas, me asfixió en la melancolía.
Me preguntó de enero a diciembre el por qué, por qué me tuve que fijar en ti, que tienes en el aura para que me encantes tanto, por qué tenías que ser tú.
Mi amado, me duele verte con esos ojos tristes que se derraman en vergüenza. No es amor lo que me provocas, es empatía, no lo sé, me nublas y pienso aleatoriamente.
Lo sabes bien, te perdono tu falta de lealtad, está bien, el cariño que tengo por ti es semipiterno, te amo mi amor, te extraño y al mismo tiempo te quiero lejos de mi de nuevo.
¿Por qué tenías que volver ahora?
