Cuando estabas presente, era como si no habría un mañana. Quería que esos momentos sean por tiempo ilimitado, y que los versos que alguna vez inventamos sean signos de felicidad en el futuro. No se que paso salió mal, pero juro que lo volveré a intentar apenas este infinito dolor de mi pecho se sane y tu seducción me desborde en palabras. Extraño acariciarte en letras, mirarte hasta tocar tus pensamientos más fríos y sentir la vibración de tus huesos cuanto tu corazón se agitaba, extraño como tu rostro descansaba por las noches de lujuria en mi terreno de descanso. Cuando nuestra piel se rozaba y no nos importaba el tiempo ni el lugar, eran solo nuestras almas intentando formar una sola. Tu voz ronca y llena de placer se convertía en una melodía drogadicta que me impregnaba los huesos haciéndome necesitarte cada vez más. Tu respiración en mi cuello que provoca a mis hormonas bailar con mis demonios hasta dormir. Tus labios sobre mi piel que electrocutan cada una de mis células. El calor de tu existencia es lo que necesito ahora. Encadenarme con tus brazos es lo que quiero, besarte sin prematura opción de que ese momento acabe. Nuestros actos más secretos eran los que me hacían resucitar de esa vida muerta que cargaba en la espalda. Ni la neurología descifrará el código que guardo en este corazón desangrado para amarte y adorarte en cada poesía que te pienso. Ni estas 1475 letras y 260 palabras, expresan todo lo que siento con el hecho de que respires.