Soltó una carcajada, llena de alegría al volver a encontrarse con su primo. Corrió hacia él cruzando la calle, sin importarle los coches que pasaban. Encontraba cierto confort en el hecho de que Merlin seguía igual: con su gran sonrisa y su personalidad risueña. No importaba cuántas cosas cambiaran en su vida, él siempre iba a estar ahí. Extendió los brazos y lo envolvió en un fuerte abrazo, apoyando el mentón en su hombro.
-Oh, ya cállate, te lo mereces -bromeó-. Te extrañé mucho, maldito bastardo, ¿dónde estabas? -preguntó sin separarse del abrazo.