— Con calma se paseaba por las calles de la Ciudad Fantasma, eso sí, con su apariencia del joven Sang Lang. No le apetecía entablar conversaciones con los demás fantasmas, solo esperaba pacientemente al Dios de túnicas blancas que divisó corriendo por las calles.
— Para sorprenderle, tomó su brazo para hacerle girar sobre sus pies, esbozando una de esas encantadoras sonrisas dirigidas tan solo a su amado. Aprovechó que no había nadie en aquella zona para brindarle un pequeño ósculo en sus belfos.
Feliz Año Nuevo, Gege. — Le susurró, arreglando sus cabellos con delicadeza.