Olvidé cómo escribir.
Hace apenas unos años, escribía páginas y páginas. Era mierda, pero entonces sabía escribir. Todo pensamiento se traducía a palabra. Y cada palabra leída recreaba la idea original.
Todo lo que escribo es dolorosamente agónico, síntoma de mi propia mortandad. No hay alma, ni conmoción. No hay historia. El pasado, el presente y el futuro se unifican; son el mismo escenario. Es suplicio. Es asfixia.
Escribiré, pero seguiré agonizando.