Hay cosas que en esta vida voy a entender, pero por algún razón hay una cadena casi sin final de motivos que no me dejan comenzar con el primero, y terminar con el último. De esta manera, siempre voy a depender de una incógnita aún no despejada, para poder resolver otra aún más compleja. Es complicado. Yo lo soy.
¿Por qué mis amigas empiezan a salir a escondidas? ¿Por qué mi amiga de la infancia ya no me habla, y por qué yo no le hablo? ¿Por qué mis mejores amigos no confían en mi? ¿Por qué mi papá nunca me dice palabras de aprecio? ¿Por qué me da vergüenza aceptar que me gusta un chico? ¿Por saber que él me ignora o por saber que al que ignoramos le restamos importancia? ¿Por qué me da vergüenza mi cuerpo? ¿Por qué no quiero cambiarlo? ¿Por qué no me gusta verme en fotos? ¿Por qué no puedo confiar en mi misma? ¿Por qué no me gusta ir a comprar ropa? ¿Por qué no puedo aceptar que algo me salió bien? ¿Por qué siempre lo termino arruinando?
Soy complicada. Porque aún teniendo todas las respuestas frente a mi, entendiendolas y analizandolas, no las pongo en práctica. Y sólo sirve para que mi cadena de motivos quede intacta, de principio, a final.