Queridos compañeros de letras:
Escribir es abrir el alma y dejar que las palabras hablen por nosotros cuando ya no sabemos cómo hacerlo. Ser autor primerizo es como lanzarse al vacío con un paracaídas que tú mismo estás cosiendo mientras caes. Es emocionante, aterrador y, sobre todo, profundamente liberador. Cada historia que nace de nosotros lleva una parte de lo que somos, de lo que sentimos y hasta de lo que aún no hemos entendido del todo.
Me gusta hacer reseñas, no desde la crítica destructiva, sino desde el cariño y la empatía que nace al saber lo difícil que es mostrarle al mundo algo tan íntimo como lo que uno escribe. Me habría encantado, en mis primeros pasos, recibir una opinión sincera, constructiva, que me ayudara a crecer sin aplastar mis ganas de seguir. Por eso, cuando alguien me comparte su historia, intento aportar con el mismo respeto con el que me gustaría ser leída. Las reseñas que hago son para ayudarnos mutuamente a mejorar, a ver lo que tal vez no notamos, y también para motivarnos a seguir escribiendo. Eso sí, quienes no cumplieron su parte del compromiso, simplemente no recibieron una reseña, porque esto va de dar y recibir, de crecer en conjunto.
A todos los que están comenzando a escribir, les digo: no se rindan. Aunque la inseguridad a veces grite más fuerte que la inspiración, sigan. Porque cada palabra que escribimos es un acto de valentía. Somos autores, aunque estemos empezando, y eso ya es motivo suficiente para sentirnos orgullosos.
Recuerden que todos empezamos sin saber agarrar un lápiz… y miren hasta dónde hemos llegado.