En dos ocasiones has jodido tu vida por una mujer.
Traicionaste a todos, traicionaste a tu familia, a tus amigos, y a ti misma, por ellas.
Abandonaste tus valores, ideales y principios, por ellas.
Sacrificaste tu tiempo, tu salud, tu espacio, tu imagen, tu dignidad y el de los tuyos (y el mío) por ellas.
Y al final de todo ¿En donde carajo están ahora?
¿Dónde estuvieron cuando las necesitaste? ¿Dónde estuvieron en tus momentos más difíciles?
En tus días de enfermedad, en tus noches de tristeza, en tus momentos de oscuridad. ¿Dónde estaban?
Al final por tu terquedad, por tu necedad, por tu soberbia, por tu egoísmo, por tu orgullo, por tu vanidad... Estás sola.
Sin amigas, sin familia, sin ellas... sin amor.
Porque cuando el verdadero amor ha llegado a ti, tu sola te has encargado de alejarlo.
Y después te lamentas por ello.
Tú buscas el dolor, buscas la tristeza, la melancolía y el sufrimiento para después refugiarte con las personas equivocadas, alejar a las indicadas y repetir eternamente el ciclo como un Uroboros.