JavierKaiser

— me dijiste adiós,
          	y yo tuve que volver a decirte 'te quiero' en voz baja.
          	casi inaudible,
          	porque ya no servirían de nada esas caricias en el oído, ni esos susurros en el cuello.
          	porque ya no te importaban las tardes de domingo, de pelis, de risas, de piques y como no, un poco de sexo que nos llevaba a la locura.
          	— tardes que se tornaron grises. — interrumpió.
          	— tardes que ya no me pasaré tirada en la cama fundiéndome contigo — contestó con mas fuerza.
          	quitándote la ropa a sudores,
          	acariciando cada pedacito de ti,
          	escribiendo nuestro sin final feliz sobre tus lunares. — siguió citando con lagrimas en los ojos.
          	— segui(re)mos siendo nuestros.
          	— (ojalá) porque yo me quedaba callada,
          	porque no encontraba ninguna excusa que hiciera que no te marcharas,
          	o que tan solo te fueras,
          	para volver con mas fuerza.
          	y mira que ganas no me faltaban.
          	yo que te habría prometido la luna con tal de que no cogieras la puerta,
          	y te despidieras.
          	te habría recordado todos y cada uno de nuestros versos,
          	a besos.
          	su duración, el tiempo,
          	lo bonito que quedaba todo cuando rimábamos y,
          	el porqué me volví adicta a ellos.
          	pero te vas.
          	y yo intento que vuelvas a ver en mi todo aquello que me hacía tan tuya.
          	me desplomo y tu cierras la puerta tras de ti.
          	entonces me doy cuenta de que me mentiste,
          	tiramos ese candado al fondo del mar, pero tú seguías teniendo la llave,
          	e intento recordar ese para siempre que marcaba un futuro,
          	el nuestro;
          	libros desparramados por todas partes, 
          	el olor a café impregnando en cada rincón de la cocina,
          	el cenicero lleno de colillas 
          	y yo, haciéndote el amor a deshoras, 
          	que me agarraras de la cintura y te arañara la espalda.
          	que se quejen los vecinos lo que quieran.
          	— tus gemidos son mas altos, mi pequeña.

JavierKaiser

— me dijiste adiós,
          y yo tuve que volver a decirte 'te quiero' en voz baja.
          casi inaudible,
          porque ya no servirían de nada esas caricias en el oído, ni esos susurros en el cuello.
          porque ya no te importaban las tardes de domingo, de pelis, de risas, de piques y como no, un poco de sexo que nos llevaba a la locura.
          — tardes que se tornaron grises. — interrumpió.
          — tardes que ya no me pasaré tirada en la cama fundiéndome contigo — contestó con mas fuerza.
          quitándote la ropa a sudores,
          acariciando cada pedacito de ti,
          escribiendo nuestro sin final feliz sobre tus lunares. — siguió citando con lagrimas en los ojos.
          — segui(re)mos siendo nuestros.
          — (ojalá) porque yo me quedaba callada,
          porque no encontraba ninguna excusa que hiciera que no te marcharas,
          o que tan solo te fueras,
          para volver con mas fuerza.
          y mira que ganas no me faltaban.
          yo que te habría prometido la luna con tal de que no cogieras la puerta,
          y te despidieras.
          te habría recordado todos y cada uno de nuestros versos,
          a besos.
          su duración, el tiempo,
          lo bonito que quedaba todo cuando rimábamos y,
          el porqué me volví adicta a ellos.
          pero te vas.
          y yo intento que vuelvas a ver en mi todo aquello que me hacía tan tuya.
          me desplomo y tu cierras la puerta tras de ti.
          entonces me doy cuenta de que me mentiste,
          tiramos ese candado al fondo del mar, pero tú seguías teniendo la llave,
          e intento recordar ese para siempre que marcaba un futuro,
          el nuestro;
          libros desparramados por todas partes, 
          el olor a café impregnando en cada rincón de la cocina,
          el cenicero lleno de colillas 
          y yo, haciéndote el amor a deshoras, 
          que me agarraras de la cintura y te arañara la espalda.
          que se quejen los vecinos lo que quieran.
          — tus gemidos son mas altos, mi pequeña.