Desde joven, tomé la pluma,
mi refugio en la tormenta oscura,
escapando de un mundo severo,
en las palabras hallé mi sendero.

La tinta corría como un río,
desbordando sueños y desafíos,
un refugio en páginas desnudas,
donde el alma encuentra sus rutas.

Hoy, que he cruzado el umbral,
dejando atrás lo que fue mortal,
la escritura aún es mi anhelo,
mi cielo, mi norte, mi suelo.

Regreso al rincón donde empecé,
donde mis sueños sembré,
no para huir, sino para ofrecer
historias que el alma quieren tejer.

Porque al escribir, me encontré,
y al compartir, en otros me hallé.
Así, las letras danzan y perduran,
en el corazón que busca la cura.