Aún no podía creer de lo que me estaba preguntando tan segura de sí misma.
-¿Estás segura?
-Si no lo estuviera no te lo hubiera preguntado ¿No crees? – Dijo con franqueza.
-Solo no te desesperes conmigo ¿De acuerdo? – Respondí con gran entusiasmo.
En ese momento llegó la camarera con nuestra orden.
-Aquí tienen sus café negro, que lo disfruten.-Dijo con simpatía mientras bajaba suavemente las tazas de café.
-Muchas gracias.- Respondimos ambos a una sola voz. – Lo cual nos dio mucha gracia a ambos.
-Gracias.- Dije mirándola a los ojos sin retroceder.
Ella, solo sonrió.