CONTINUACIÓN:
Me encontraba en el medio de un horrible estado personal. Si bien mis padres movieron un abogado para que pudiera meter al acosador a la cárcel, el maldito (por no usar otro término más desagradable) nunca fue atrapado, pero eso ahora no me importa, la cuestión era mi estado de salud mental. La psicóloga con la cual llevé muchas terapias recomendó que me fuera a vivir un tiempo al extranjero para relajarme, donde llevaría terapia presencial con otro colega suyo. Entonces acudí a España (recuerden que mi familia tiene posición económica), donde me alojé en una casa de reposo, donde llevé hasta 10 horas de terapia con un especialista (cuyo nombre no diré por confidencia), que me ayudó a superar el problema que tenía. Él sabe que era ABDL y que tenía una cuenta (no sé cómo se enteró pero así fueron las cosas). Parte de la terapia, que buscaba que vuelva a ser la misma antes del acto que me generó el daño, era reencontrarme con los pañales, por lo que, si bien me negué e inclusive llegué a odiar la idea de usar uno nuevamente, finalmente logré aceptar mi vida, recordar a mi querida Carla y, sobre todo, saber que esto que me sucedió no debía pararme luego de tanto que hice. Por ello, decidí volver a usar pañales, aunque el motivo realmente es otro: debido al shock del suceso del año pasado, desarrollé una pequeña incontinencia por estrés postraumático, que me hace perder el control de mi vejiga debido a que, según la doctora que me atendió, tengo un transtorno de ansiedad generalizada, por lo que cada vez que me emociono o me da miedo algo suelo orinarme encima. Ya fui a un urólogo y me dijo que no tengo problemas físicos internos, y que con tratamiento psicológicos se pasa, pero la verdad no pienso tratarlo pronto porque he vuelto a gustar el uso de pañales.
CONTINUARÁ
