No soy alguien muy importante. Estoy 100% segura de que no soy mi más ni menos que los otros 20 billones de habitantes de el planeta tierra.
A veces siento que todos estamos encerrados en las mismas rutinas. Yo lo estoy. Despertar, comer, transformar oxígeno en dióxido de carbono, matar a uno que otro vecino ruidoso... Ya saben, lo usual.
Hasta el hecho de que yo escribiese esto, y que ustedes lo estén leyendo en este momento, es un acto de que no tenemos más nada que hacer con nuestras vidas.
Yo me estoy desahogando de la falta de emoción a mi al rededor, porque vamos, estar pegada a mi ordenador viendo novelas y leyendo no resulta tan productivo – he tenido que cambiar de aumento en mis anteojos por esa razón. – como lo sería salir a pasear, caminar con un amigo imaginario, etc, etc, etc.
¿Qué tiene que ver mi fatalismo con ustedes? Bueno, en este mismo instante están leyendo lo que hago con mi mediocre vida en vez de crear proyectos para la suya. Gotcha. 
Lo más probable es que después de poner mi alma en esta puta dedicatoria que supuestamente debía hablar de cuantos años tengo, que tan largo en mi cabello, si me he encontrado a mis amigos haciendo cosas no tan lindas en mi patio trasero, bla, bla, bla, solo me acueste a dormir o lea un rato – Si, es un circulo vicioso del que no logro salir aunque tenga la intención, ya que mi fuerza de voluntad no es tan grande. 
El 99,9% de ustedes después de leer esto quedará como: “¿Qué carajos? ¿Está loca esta perra?" o ni siquiera lo termine y luego siga leyendo pornográfica literaria sin hacer caso a el llamado que acabo de hacer para que sigas una vocación. El otro 0,1% recordará mis palabras por unos minutos y luego mandará a la mierda todo, olvidando también que esta belleza de mujer llamada Joy acaba de quitarte dos minutos de su, espero que muy larga, eternidad que jamás recuperará.
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