Ayer me he quedado embobada escuchando su voz contando su historia, mirando su sonrisa. Mire desde el lunar que tiene arriba de su boca, el de su cuello, sin pensarlo mi dedo acaricio los mil lunares de su espalda. Fue lo que espere, fue bonito y estuvo bien. Tal vez su pensamiento este en el pasado, pero su mirada por un momento, por ese instante estuvo conmigo. Supongo que comprenderlo y observar sus manos mientras habla, o mientras escribe, es algo que disfruto y en tanto eso pase, estaré ahí para él.
No estoy segura, sólo supongo...