Me tomaré la libertad de usar este espacio como una suerte de desahogo, o tal vez, para reflexionar sobre los cambios que se han suscitado en mí desde hace ya bastante tiempo.
Otra vez me encuentro en la lamentable situación de no ser capaz de tomar un lápiz y comenzar a escribir. Las palabras me rehuyen y desaparecen como arena entre los dedos. No he podido conectar con los personajes que escribo y, por tanto, tampoco con sus vivencias. Es como si los desconociera, a la vez que ellos me desconocen a mí.
A decir verdad, es poco alentador.
Reconozco que ya no puedo escribir como antes. El peso de diversas responsabilidades, más las cambios naturales que acompañan a la edad, han sido parte fundamental en este proceso. Aún así, lo sigo intentando. ¿Soy demasiado terca? ¿Cómo saber si ya simplemente no se puede? Esas preguntas me acompañan y me atormentan.
¿Es todo esto algo natural y, por consiguiente, necesario en el desarrollo del autor?